sábado, 22 de marzo de 2008

Aristófanes, Nietzsche y Eurípides

Cap.7: 'Aristófanes y la estética' (Bruno Snell)

Critica Snell la crítica de los Románticos y Nietzsche a Eurípides. Ya Aristófanes había dicho que la tragedia había muerto de socratismo, de un exceso de claridad lógica y la consiguiente pérdidad de contenido solemne, religioso y metafísico. De aquí deduce Aristófanes su segunda crítica a Eurípides; su obra fomentaba la inmoralidad al vulgarizar impúdicamente los personajes. Los temas cotidianos como asunto de la tragedia negaban el carácter moralizador de este arte. Los héroes dejan de ser referentes y son sustituidos por individuos normales sin gran ímpetu ni dilemas morales.

Los Románticos y Nietzsche, además, habían criticado la pérdida de lo dionisiaco en las tragedias de Eurípides, en las que el Coro ya casi no aparece. Pero la metafísica de la vida y la muerte cíclicas, responde Snell, nunca fue el asunto de las obras de Esquilo o Sófocles.

Da Snell la razón a Aristófanes: la tragedia acaba en filosofía socrático-platónica, en reflexión racional. Pero recuerda Snell que el germen de la reflexión sobre el alma y el comportamiento humano estaba inserto en la tragedia desde Esquilo, y que por eso fue tan bien acogida por los griegos de toda condición. Recuerda Snell, frente a Nietzsche, que la tragedia nunca fue entendida o experimentada dionisiacamente por los griegos, sino apolíneamente.

Afirma Snell que lo 'lógico' fue la conversión del teatro trágico en la discusión socrática sobre la virtud humana, solo humana, y en la reflexión platónica sobre el Bien y el Alma. Nos guste o no, este era el lugar natural para el acabamiento de la tragedia griega.

Acaba Snell matizando los comentarios negativos que desde hace milenios se hacen sobre Eurípides. No fue un autor superficial, y aunque el entramado muchas veces lo oculta, la reflexión sobre el 'deber ser' del hombre sigue apareciendo como tema principal en sus obras.

Queda en pié la crítica a Eurípides de que sus obras provacaban más el placer que la catarsis en sus espectadores. Snell no lo niega, pero tampoco lo critica. El lugar de la reflexión profunda y de la catarsis posible será ahora la filosofía.

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