miércoles, 5 de marzo de 2008

Gregorio

Podría haber resultado una historia realmente bella y heróica. Pero fue como fue, y la enseñanza es que no pudo haber sido de otro modo. Cuando Gregorio se convierte en un extraño insecto, en alguien desconocido hasta ese momento, en vez de alegrarse y descubrir los suyos que su entendimiento y corazón seguían en su sitio, decidieron apartarlo hasta hacerlo desaparecer de sus vidas. Gregorio, nos hubiera gustado que así ocurriera, tendría la suficiente fuerza y voluntad para recomenzar más libre (más libre, o más feliz, o más él mismo...) su nueva existencia, pero no, ¡ay!, la soledad y la tristeza acabaron con él. Son los demás y es uno mismo nuestro propio sepulturero. Su gesto solemne y nuestra repulsiva individualidad no son excusa para nuestro merecidísimo agotamiento.

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