Reproche
Derrotado me impongo la paz,
y me impongo, sin honores, no volver
a desear la felicidad.
Así pule el tiempo a sus moradores.
Así, sólo esto, de ciertas son las cosas a veces.
Cuando te estrellas
en alguna benéfica barra de bar
o cuando estar a solas con tus pensamientos
es el mayor infierno.
Sin honores ni memoria vuelvo
a la arcilla que me ha hecho.
Sin rencor alzo los brazos y pido clemencia
al inclemente e inexistente dios de los miedos.
Ni un salmo, ni una imprecación,
sólo el rendido sueño que a todos abraza
y el gusto leve y amargo de alguna vez
haber deseado ser feliz.
miércoles, 5 de marzo de 2008
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