martes, 11 de marzo de 2008

Gregorio (III)

No fue Gregorio quien sufrió o soñó la letal y liberadora transformación, sino su señor padre. No sería un mero sueño ni simplemente una experiencia muy importante. Se trata de un proyecto fríamente calculado por el padre años antes de nacer Gregorio. A decir verdad, un plan minuciosamente ideado por el padre del padre del padre de Gregorio. Sólo es posible la santidad, el respeto, la ciega confianza y demás benditas y eficaces ilusiones, si entablamos una lucha interminable y sin cuartel con lo inesperado e irrepetible. Los ciudadanos son ciudadanos, y no otra cosa malsonante y delictiva, si cumplen este requisito; las cosas son tales, y no extraños fenómenos aterradores, sin obedecen inexorablemente la ley del universo, y los hijos son hijos, y no enjendros malditos, sin asumen y perpetúan tan beneficiosa y absurda ley del amor antropófago.

Posdata (Gregorio IV): la conversión en insecto de Gregorio es lo que lo salvó de ser devorado. Simplemente lo apartaron, con repugnacia. Fue, tal vez por azar o tal vez por un inteligentísimo quiebro de Gregorio, un mecanismo de defensa, tan absurdo y real como la necesiodad de él.

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