Gran Arte: un inmenso poema, un inmenso cuadro... y los miles de lectores y contempladores que quedamos fielmente prisioneros de ellos. Constituimos un Universo de átomos irreductibles, pero compartimos esas lucecitas que enigmáticamente brillan por debajo de nuestras almas y por encima de nuestras cabezas. También compartimos fraternalmente la incapacidad para la verdadera comunicación.
Por honestidad. Para no sucumbir a las leyes del mercado y a las leyes del mal gusto (las del gusto facilón). Para llevar la contra a la indefinible y bien instalada imbecilidad. El Gran Arte debe ser muchas veces narcisista, EGOCÉNTRICO, por mal que esto parezca a los lectores de bendicentes éxitos publicitarios y a los agradecidos contextualizadores ad hoc. Ciertas cosas no pueden dejarse en manos de cualquiera. Que no sea posible una metafísica como las antiguas no es motivo suficiente para no considerar al artista como el desvelador por antonomasia del Misterio.
Un lector inofensivo, un autor inofensivo -aunque sea para sí mismo- no es nada.
Lo mejor de la Religión y de la Espiritualidad también anida en el mejor Arte. Pero cuidado con no disfrutar, experimentar, entender y hacer el Arte (la poesía por ejemplo) sólo como Religión o Espiritualidad, o como un sucedáneo de ellas, pues se perdería la maravillosa voluptuosidad y el misterioso sentido de la tierra (y sólo de ella) que todo Arte nos desvela.
jueves, 13 de marzo de 2008
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