jueves, 13 de marzo de 2008

L.A. de Cuenca, borgiano

Un libro recomendable: 'Etcétera' de Luis Alberto de Cuenca, en Renacimiento (1993)


"Leer a Borges es una actividad descaradamente epicúrea." Quizá. O sí, pero a condición de no entender el epicureismo como puro placer ciego (más o menos compartido y dosificado). Sí, porque el epicúreo ejercita su humanidad en la amistad y en el arte de los libros, y ambos son muy exigentes. Aunque no lo parezca y aunque el cinismo y la ironía sean sus máscaras preferidas. Recuerden los inteligentes lectores que la ironía y la tragedia van siempre de la mano. "Leíamos, leemos y leeremos porque es lo único que sabemos hacer para combatir la melancolía, para olvidarnos de la muerte, y porque nos divierte leer, y el sabor del alcohol no termina der gustarnos [sic], y el ejercicio físico no nos consuela..."



"...aquella poesía española de las últimas décadas que no se propone fastidiar al lector como principal objetivo, es deudora de Borges. De él proceden la ironía, el humor, el uso del endecasílabo, el elemento narrativo, la estructura cerrada, el rigor en la construcción." Pues igual es cierto si lo dice tan erudito amigo, o igual no lo es tanto como dicen muchos otros eruditos amigos. Lo que sí es indiscutible es que esta forma de entender la poesía la comparten, más o menos, muchos grandes autores, como J.L.Panero, Gil de Biedma, A.González, L.A. de Villena, el mismo Cuenca o Borges, y que es fuente de bellísimos poemas.



MEMORIA DE LA CARNE
(Juan Luis Panero, 'A través del tiempo')


Por la noche, con la luz apagada,
miraba a través de los cristales,
entre los conocidos huecos de la persiana.
Como un rito o una extraña costumbre
la escena se repetía, día tras día,
igual siempre a sí misma.
Frente a frente su ventana,
la veía aparecer y bajo la tenue claridad de la luz,
lentamente, irse haciendo desnuda.
Sus ropas caían sobre la silla,
primero grandes, luego más pequeñas,
hasta llegar al ocre color de su cuerpo.
Andando o sentada, sus movimientos tenían
la inútil inocencia del que no se cree observado
y la imprevista ternura del cansancio.
Cuando todo volvía a la oscuridad,
los apresurados golpes del corazón
se aquietaban con una sosegada plenitud.
De quien así, ocultamente deseé,
nunca supe su nombre
y el romper de su risa es aún el vacío.
Sin embargo allí, en la perdida frontera de los catorce años,
por encima del Latín imposible
y de los misteriosos números de la Química,
el temblor detenido de mis manos,
la turbia fijeza de mis ojos sobre ella, permanecen,
dando fe de aquel tiempo, memoria de la carne.




De 'Áspero mundo' de Ángel González

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…


CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA de Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro que mi reputación
-y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche,
los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo la cara destruida,
con ojos todavía violentos que no quieres cerrar.
Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento -seguro de gustar-
es un resto penoso, un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano,
y me lloras y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta! Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil
cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia
y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno
para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando de alcohol
y de sollozos reprimidos. Oh innoble servidumbre de amar
seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo!


LA MALCASADA

(L.A. de Cuenca)

Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que te aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su niña como antes.
Me dices que has cumplido treinta y cinco
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Qué mate a alguien?
¿Qué dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van de campamento,
y tus padres se mueren.



LÍNEA CLARA
(L.A. de Cuenca)


Dicen que hablamos claro, y que la poesía
no es comunicación, sino conocimiento,
y que sólo conoce quien renuncia a este mundo
y a sus pompas y obras –la amistad, la ternura,
la decepción, el fraude, la alegría, el coraje,
el humor y la fe, la lealtad, la envidia,
la esperanza, el amor, todo lo que no sea
intelectual, abstruso, místico, filosófico
y, desde luego, mínimo, silencioso y profundo-.


(Otro de de Cuenca)

…Estamos tristes porque estamos
vivos. La vida es sufrimiento,
y eso no está ni bien ni mal,
pero tiene su lado estético.
¿No es hermoso el viento de octubre
que nos arranca de la boca
el dulce fruto apetecido?
¿No lo son nuestras pobres lágrimas,
atravesadas de dolor
y, sin embargo, cristalinas
como el río más transparente?
¿No enciende hogueras la tristeza
en los hielos de la memoria,
devolviéndonos los perfumes
que un día fueron nuestra dicha?...




ALBA MALDITA
(de Cuenca)

Las efusiones de la madrugada
no fueron más que un vaso de agua dulce
en el amargo mar de nuestro duelo,
un destello de luz en las tinieblas.
Barajamos las cartas del perdón,
de la complicidad y del olvido,
y vino del alba y nos pilló despiertos,
condenados al cepo de la duda,
náufragos en la hiel del desengaño.




BÉBETELA
(de Cuenca)

Dile cosas bonitas a tu novia:
‘Tienes el cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.’
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la Tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva). Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no dudes ni un segundo: bébetela.


De Luis A. de Villena

Tampoco el país que yo deseo es un país real.
¿Cómo tarda uno tanto en darse cuenta? Y no hace
falta ver la idiocia de los nacionalismos, bastan
la Historia, el catecismo y los millones de equivocaciones
y crueldades que definen cualquier nación, incluida
su vulgaridad. (La sucia covacha británica. La catetez
española. La pringada bobería francesa. El trepidante
raquitismo mental de los yanquis…) Desengánchate.
No hay país bueno. Los mejores territorios
los construye el Arte. Son palabras, sueño y música…
Ningún país vale la pena. Y muy pocos habitantes…






El poema de los dones, de Borges





Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta declaración de la maestría de Dios,

que con magnífica ironía

me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños

a unos ojos sin luz, que sólo pueden

leer en las bibliotecas de los sueños

los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día

les prodiga sus libros infinitos,

arduos como los arduos manuscritos

que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)

muere un rey entre fuentes y jardines;

yo fatigo sin rumbo los confines

de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente

y el Occidente, siglos, dinastías,

símbolos, cosmos y cosmogonías

brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca

exploro con el báculo indeciso,

yo, que me figuraba el Paraíso

bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra

con la palabra azar, rige estas cosas;

otro ya recibió en otras borrosas

tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías

suelo sentir con vago horror sagrado

que soy el otro, el muerto, que habrá dado

los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema

de un yo plural y de una sola sombra?

¿Qué importa la palabra que me nombra

si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido

mundo que se deforma y que se apaga

en una pálida ceniza vaga

que se parece al sueño y al olvido.

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