domingo, 16 de marzo de 2008

'Caronte aguarda'

De Fernado Savater, de 1981. Una novela corta de trama político policial de mediana factura. Sólo aceptable.

Por referencias, no recuerdo dónde, me interesé por la obrita porque en ella alguno de sus personajes reproducía la figura de Emil Cioran, al que Savater había tratado personalmente en su apartamento del Barrio Latino.

Al principio uno se piensa que 'Cioran' es Amador, el personaje principal; el gusto por la música barroca, su antipatía por Séneca, su apatía y desinterés casi conservador por la política, su lógica no aristotélica, su rechazo de los foros y tertulias 'intelectuales', etc.

Más adelante aparece otro personaje, aún más cioranesco, Aquiles Popescu; rumano apátrida, pasado en la Legión Negra, pelo gris revuelto, fumador de galoise, aficionado al ajedrez (?), etc. Un 'extraño filósofo del poder', un intérprete muy personal de Nietzsche. Adentro del hombre no hay lo que habitualmente creemos o nos han enseñado a ver, sino una voluntad y un deseo de independencia -'de nos ser mandado por nadie'- que explica todos sus actos. A medio camino de Nietzsche, Sade y Freud, Aquiles Popescu, descubre a Amador la falsedad de la lógica armónica de los pitagóricos, que había sido hasta entonces el ingenuo y falaz argumento antiaristotélico de Amador.

Más allá de esto, la novela es la historia de cómo Amador se conoce a sí mismo a partir de una circunstancia excepcional, el asesinato de su hermana. Ese descubrimiento no será el de un ser abúlico y frío sino animalmente volitivo y vengativo. La dura verdad oculta de la especie más allá de los autohalagos y engaños en que vivimos. Por eso Caronte sabe que los condenados de verdad no son los malos, ni los buenos, sino aquellos que en su existencia nunca han optado ni por el bien ni por el mal, ambos irreconocibles para la conciencia y fruto de nuestras vísceras animales.


"La mayor parte del tiempo que tan largo y tan corto nos parece es puro relleno, monótono reintegro de lo apostado en la lotería en que no jugamos; sólo unos cuantos instantes tienen premio, aunque tan premio sea lo que nos vivifica como lo que nos mata. Bastan cinco días para romper la última y convencional familiaridad que nos emparienta con el desconocido del espejo. Después hay que aprender a vivir emboscado."

Aunque agridulce, la novela tiene un final casi feliz... ¡una lástima!

1 comentario:

Francisco Ortiz dijo...

A mí me parece una grandísima novela, y la lectura que he hecho de ella es otro, y creo que siempre tendrá gran valor su apuesta contra lo trillado y a favor de una libérrima concepción del ser humano que se equivoca.