viernes, 14 de marzo de 2008

Vae Victis

En los campos de la muerte también, aunque en menor medida, se abrió paso la vida y la bondad. Viktor Frankl (1905-1997), superviviente de Auschwitz y Dachau, lo cuenta en 'El hombre en busca de sentido' (original de 1946).

"...aun en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir..."

La tesis fundamental de Frankl, a partir de su propia experiencia en el lager, es la de que cualquier tormento, cualquier infierno, puede ser sobrellevado si se le encuentra una finalidad personal, si se le considera como una oportunidad del destino para algo mejor. Es cierto, pero... no sé cómo decirlo... ¿significa esto que los millones de víctimas que murieron antes como hombres que biológicamente no supieron morir...?

"¡Pobre del que no percibiera algún sentido en su vida, ninguna meta o intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad para vivirla: ése estaba perdido!"

En el corazón más embrutecido, más acorazado o deshecho siempre hay lugar para la inesperada humanidad. Igual no se trata de una ley general, o simplemente es un mecanismo de evasión, pero algunas veces ocurre.

El sentimiento religioso, la necesidad del arte, el interés por la política o el altruismo, también se dieron en el humus del hambre física, la humillación, el vacío existencial, el miedo y la certeza de la muerte. La existencia desnuda es también una posibilidad para lo más íntimo y bondadoso del ser humano.

No se engaña Frankl sobre la prevalencia de la animalidad -en cuanto ciega supervivencia- y la ruptura o desintegración interior de la mayoría de los presos, pero quiere mostrarnos esas otras humanidades o momentos 'trascendentes' que en los campos, excepcionalmente, surgieron. El testimonio de Frankl, elaborado ya fuera del lager, es valioso porque reconoce que tal esperanza nacida desde el más inhumano/humano infierno es excepcional y que ni siquiera es experimentada enteramente como tal adentro del campo de la muerte.

"La profunda dignidad de sentirse un ser humano está tan arraigada en la dimensión espiritual del hombre que resulta imposible arracarla incluso en las lacerantes condiciones de un lager; sin embargo, ¿cuántos hombres, libres o cautivos, conservan una autoestima tan firme? (...) Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección (...) la actitud erguida del hombre ante su destino adverso, cuando la existencia le señala inexorablemente un camino."

¿Voy a sobrevivir?, ¿qué sentido tiene todo este sufrimiento?; son las dos preguntas, aunque casi siempre sea la primera la que nos hacemos, que todo prisionero, y todo hombre, se hacen.

"...sólo unos pocos prisioneros conservaron esta fortaleza de la libertad y aprovecharon los atroces sufrimientos para una madurez interior. Ahora bien, aunque sólo se diese un caso bastaría para demostrar que la libertad interior puede elevar al hombre muy por encima del destino adverso."

No se trata de un falso optimismo o de un vaciamiento de la conciencia y el corazón para no pensar en nada ni sentir nada, para no pensar o sufrir el cautiverio, sino que más allá de esto (ya de por sí imposible para la mayoría) Frankl propone: "Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de acaptar ese sufrimiento, porque ese sufrimiento se convierte en su única y peculiar meta. Es más, ese sufrimiento le otorga el carácter de persona única e irrepetible en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento, ni sufrir en su lugar. Nada le sirve, ni el sufrimiento mismo... hasta que descubres las oportunidades de enriquecimiento interior que se ocultaban en él."

Más allá de la psicología y de los lager, citando a Spinoza, Nietzsche y Rilke, Viktor Frankl nos propone el 'sufrimiento como prestación'. La Religión, o la espiritualidad, aunque desde el ateísmo más radical creo que también es posible, como reverso del reverso de la vida.

Posdata: la zona gris. "El mero hecho de saber si un hombre fue guardia [o comandante de campo] o prisionero nada nos revela de su intimidad. La bondad humana [y la maldad y el sadismo] se encuentra en todos los grupos..."

Posdata segunda: final triste. Muchos, no dice Frankl la mayoría, pero sí muchos supervivientes se volvieron personas más embrutecidas después de su paso por los campos, y pasaron "de ser oprimidos a ser opresores".

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