viernes, 14 de marzo de 2008

Pequeña queja

Siempre que me robas un beso
me echo a temblar de gozo y de miedo
porque sé que no tienes medida y sé
que dejaré el libro por ahí tirado.
Un beso, una mirada de esas,
apartarte el pelo con delicadeza,
otro beso más largo,
las manos bajo tu pantalón,
porque la blusa ya te la habrás quitado,
tendiéndonos lentamente a pesar de la ansiedad.
¡Qué miedo y qué placer!
Después me pedirás palabras dulces,
que casi no sabré decir,
y me pedirás, victoriosa, un poema.
No éste, éste no, que no acaba como esperas:
¿podrás alguna vez, amor mío, esperar, al menos,
a que cierre con cuidado el libro y lo ponga
en la mesita junto a mis gafas bien cerradas?
Te quiero y me gusta tu sabor
pero son ya demasiados, y no te enfades
que te pones más guapa,
los libros doblados y las gafas partidas.

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